Hablemos de langostas, de David Foster Wallace

hablemos de langostas

hablemos de langostas, por David Foster Wallace

En algún momento del siglo XIX la langosta era considerada comida de clase baja y solo la consumían los pobres o los presos.

Algunas leyes en las cárceles prohibían dar de comer langosta a los presidiarios más de una vez por semana porque se consideraba un acto de crueldad, como obligar a la gente a comer ratas.

Esto se debía a que las langostas eran consideradas una plaga por su excesiva proliferación en las costas de Nueva Inglaterra. no había forma de recogerlas a todas, así que eran trituradas para hacer fertilizante.

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Las langostas son artrópodos acuáticos que no poseen un conjunto centralizado de cerebro y espina dorsal, son básicamente insectos marinos que datan del período jurásico.

Pueden vivir más de 100 años si no son capturadas pero en la actualidad es casi imposible que una langosta llegue a esta edad.

Sobre todo, por la cantidad de trampas que los pescadores han depositado en el mar.

Una vez atrapadas, las meten en contenedores y amarran sus tenazas para que no se destrocen unas a otras por el estrés de la cautividad.

En los tanques de los restaurantes las langostas se aglomeran en el fondo buscando la sombra. Están acostumbradas a refugiarse y vivir en la soledad en el mar.

Para cocinar una langosta, se la mete en una olla con agua hirviendo. Se demora alrededor de 40 segundos en morir.

La langosta intentará enganchar las pinzas en el borde de la olla y moverá la tapa desesperada mente para intentar un escape.

Se ha reportado, a través de los años, que algunos chefs salen de la cocina para no presenciar el proceso de muerte.

Las langostas tienen un sistema primitivo de vista y olfato, pero su tacto es bastante desarrollado.

Su sistema nervioso no produce endorfinas o encefalinas que es lo que les permite a los animales más avanzados protegerse del dolor intenso como mecanismo natural de defensa.

Los activistas por los derechos de los animales aseguran que las langostas mueren sintiendo un dolor terrible.

No hay estudios comprobados de que las langostas puedan sentir mas o menos dolor que los mamíferos.

Sin embargo, hay experimentos que han demostrado que debido a unos cilios alrededor de sus cuerpos, son capaces de sentir cambios, tan sutiles como de uno o dos grados en la temperatura del mar.

La langosta ahora es considerada una exquisitez en la gastronomía mundial y sus precios pueden llegar a ser exorbitantes.

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En Maine, se organiza cada año el Festival de la Langosta, cuyo fin es democratizar su consumo con precios asequibles para la clase media y baja de la población.

Más de cien mil asistentes ven la olla de langostas más grande del mundo, en donde se meten más de 100 langostas a la vez en una sola tirada, y los espectadores ven emocionados como todas, al mismo tiempo, tratan de escapar levantando la tapa de olla más grande del mundo.

FUENTE:

David Foster Wallace, Hablemos de langostas, ed. Debolsillo, 2009.


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