Primero vinieron a buscar a los comunistas,
y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos,
y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas,
y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos,
y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí,
y no quedó nadie para hablar por mí».
Martin Niemöller

Martin Niemöller era un sacerdote conservador nacionalista que apoyó al partido nazi, pero cuando el régimen empezó a controlar las iglesias su postura cambió.
Cuando Hitler empezó a ganar poder Niemöller pensó que el partido nazi restauraría la moral cristiana que se había abandonado y durante los primeros años apoyó las políticas implementadas por el Führer e incluso se refería a él como “un instrumento enviado por Dios”.
Tanta era su confianza en Hitler que durante los años 20 y 30 promulgó en sus sermones que “¡los judíos llevaron al Cristo de Dios a la cruz!” sin embargo cuando Hitler empezó a intervenir en las prácticas y textos religiosos como el Antiguo Testamento por considerarlos de “ideología judía” Niemöller se opuso, en alguna ocasión incluso gritó: «¡No usted, señor Hitler, sino el Dios es mi Führer!»
Niemöller fundó y lideró la Iglesia Confesional que era un grupo de eclesiásticos luteranos y protestantes que se oponían a la nazificación y a la supremacía del estado sobre la religión y en 1937 fue arrestado al igual que otros 800 pastores y enviado a los campos de concentración de Sachsenhausen y Dachau hasta el final de la II Guerra Mundial.
Primero estuvo recluido en Prinz Albrechtstrasse (sede de la Gestapo en Berlín) que era una prisión construida bajo tierra, como una cueva y luego en Moabit donde había unos tres mil prisioneros, entre ellos seiscientas mujeres, allí conoció a Leo Stein quien se convirtió en su amigo cercano y escribió posteriormente el libro “En el infierno de Hitler con Niemöller”.
En Moabit los prisioneros tenían permitido caminar únicamente una hora en el patio de la prisión para tomar aire fresco, se formaban dos círculos, un círculo exterior y más grande para los hombres saludables y un círculo pequeño para los débiles y enfermos como Niemöller y Stein, durante una de estas caminatas Stein preguntó al sacerdote por qué en un principio apoyó a Hitler a lo que Niemöller respondió:
«Yo también me pregunto sobre eso. Me pregunto tanto como lo lamento. Aun así, es cierto que Hitler me traicionó. Tuve una audiencia con él, como representante de la Iglesia protestante, poco antes de que se convirtiera en canciller, en 1932. Hitler me dió su palabra de honor, proteger a la Iglesia y no dictar ninguna ley anti-Iglesia. También accedió a no permitir pogromos contra los judíos, asegurándome lo siguiente: ‘Habrá restricciones contra los judíos, pero no habrá guetos, sin pogromos, en Alemania.
Realmente creía, dado el antisemitismo generalizado en Alemania, que los judíos deberían evitar aspirar a puestos gubernamentales o escaños en el Reichstag. Hubo muchos judíos, especialmente entre los sionistas, que tomaron una posición similar. La seguridad de Hitler me satisfizo en ese momento. Por otro lado, odiaba el creciente movimiento ateo, que era fomentado y promovido por los socialdemócratas y los comunistas. Su hostilidad hacia la Iglesia me hizo depositar mis esperanzas en Hitler por un tiempo.
Estoy pagando por ese error ahora; y no solo yo, sino miles de otras personas como yo».
Su postura y fe se fortalecieron durante el tiempo que compartió con los prisioneros. En Sachsenhausen dispararon a un judío delante de él porque se había desmayado el día anterior en una cantera. Asustado se escondió para que no lo volvieran a enviar.
Lo encontraron y se volvió a desmayar, lo golpearon brutalmente y luego lo asesinaron. Niemöller temblando de rabia dijo: «Señor, perdónalos, porque no saben lo que hacen», entonces un guardia se acercó y le ordenó regresar a las barracas.

Unos días después el mismo guardia lo abofeteó y le ordenó saludar al Fuhrer, pero el sacerdote permaneció en silencio, el guardia impaciente volvió a gritar violentamente. Niemöller no respondió. Un judío salió de la fila, el guardia corrió hacia él y lo golpeó hasta dejarlo en el suelo. Era evidente que el hombre se había sacrificado por el sacerdote.
Niemöller fue castigado a menudo por dar abiertamente su opinión, algunos prisioneros lo denunciaban para agradar a las autoridades y obtener una cajetilla de cigarrillos a cambio, pero él continuó declarando:
«Ningún poder en la tierra puede obligarme a no ver en el judío a mi prójimo. Las persecuciones de los judíos no son cristianas».
Fue liberado en Austria en 1945 por tropas aliadas.
Sobre el poema, algunos intelectuales, aseguraban que fue Bertolt Brecht quien lo escribió en el año 1933 como respuesta al triunfo de Hitler y esta idea se popularizó durante los años 70, pero es una idea errónea basada en la popularidad y línea política del dramaturgo.
No fue escrito como un poema, sino transmitido oralmente a partir de uno de sus sermones en 1946. Desde ese momento ha inspirado a muchos a pronunciarse contra la discriminación.

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